martes, 16 de noviembre de 2010

La corrosión del intelecto

Antes de empezar, sí, el título de esta reflexión se debe al estupendo ensayo redactado por Richard Sennett hace diez años. El presente artículo no tiene como fin analizar ningún tipo de consecuencia del capitalismo en nuestras vidas debido a la modificación del concepto de trabajo. O quizás sí... En cualquier caso, dadas mis capacidades, soy mucho menos ambicioso que Sennett.


En España, como casi todos sabéis, estamos en campaña electoral, concretamente en Cataluña, aunque al paso que vamos, gracias a la RAE tendremos que usar la "ny". Dejando de lado algunas perlas verdaderamente indignantes que han salido de la boca de unos cuantos políticos catalanistas, lo que más me ha llamado la atención de todas las declaraciones que he escuchado de todos los políticos han sido las de Zapatero. En Villa de Canes, una localidad cercana a Barcelona, al presidente de este país se le ha ocurrido decir, en su línea, una estupidez de tamaño difícilmente cuantificable. Me refiero a sus frases acerca del Papa. Por si alguno de los que decide leer esto no las conoce, las coloco aquí mismo, extraídas de RNE:


"¿Qué quiere Rajoy? ¿Que hagamos las leyes que quiere el Papa? No. Hagamos las leyes que quiere el Parlamento y que quieren los ciudadanos de este país. Ya está bien. Han vivido décadas y décadas teniendo que adaptar leyes y normas de una determinada forma de ver la vida y la religión. Los ciudadanos quieren ser libres y que no les impongan la moral. La moral de cada uno se la pone cada uno".


Siendo sincero, yo no sé qué es lo que quiere Rajoy, ni me interesa. Lo interesante de lo que ha dicho el presidente del gobierno es lo que viene justo después. Siendo sincero, no me sorprende que Zapatero, a pesar de la supuesta cultura que posee dados sus estudios universitarios (al fin y al cabo un papel no demuestra nada), haya dicho algo tan estúpido. Forma parte del discurso político, pero es gracioso que un político que ha hecho lo que le ha venido en gana utiliza la primera persona del plural, como forma de identificar a los ciudadanos con el gobierno. La frase en sí, como el resto de lo que suele salir por boca de este hombre, es capciosa en extremo. Primero, las leyes que se aprueban en el Parlamento no las aprueba el Parlamento más que nominalmente, ya que el que las aprueba es el grupo que logra mayoría en la cámara, que, curiosamente, en este país es el mismo que el Gobierno. Por lo tanto, las leyes aprobadas en el Parlamento son las leyes que quiere el Gobierno, no el Parlamento. Y sobre las leyes que desean los ciudadanos de este país, soy capaz de apostarme un riñón a que el señor Zapatero ni sabe ni le importa cuáles son esas leyes (por lo menos hasta que tengan que acudir a las urnas).


Pero lo dicho no son más que migajas en comparación con las siguientes oraciones. "Adaptar las normas a una determinada forma de ver la vida y la religión" es precisamente lo que ha hecho este Gobierno. Todas las leyes que han promulgado nacen precisamente de una "determinada forma de ver la vida y la religión". ¿Acaso creéis que las leyes no se convierten en moral? Toda ley, en esencia, es una ley moral, puesto que es lo que señala a aquéllos que viven en una sociedad qué está bien y qué está mal. ¿Acaso la cacareada Ley de Memoria Histórica no pretende ser una forma de moralizar a la sociedad? ¿Prohibir los toros en Cataluña no pretende ser una forma de moralizar a la sociedad catalana? El problema de realizar determinadas leyes, como es el caso de las mencionadas y de otras medidas de este Gobierno, es provocar una brecha en la sociedad, al catalogar a determinados individuos como "malos" y a otros como "buenos", que es lo que ha ocurrido.


Y este personaje tiene aún el descaro de pronunciar después una frase que hace referencia a que cada uno se impone su propia moral. Y, como es lógico, todas las ovejas que le votaron en manada no pueden hacer otra cosa más que aplaudir al pastor y asentir con la cabeza, yéndose a su casa pensando que cuánta razón tenía. Para empezar, la moral personal es personal sólo porque es parte de cada individuo, que ha modificado ciertos aspectos de la moral colectiva para amoldarlos a sus necesidades particulares, pero siempre dentro del marco colectivo. Precisamente, como se ha dicho en el párrafo anterior, la moral viene impuesta desde los aparatos de coerción y cohesión social. Cuando un individuo deja de lado esa moral colectiva se convierte en un delincuente, en alguien que está fuera de la sociedad desde un punto de vista legal y también desde un punto de vista moral. Es decir, somos libres para elegir nuestra moral, pero la elección puede conllevar la pérdida del resto de aspectos vitales dentro de la vida en sociedad.


Y aquí viene, precisamente, el enlace con la religión. Toda moral colectiva, y más concretamente aquélla que ha creado el Estado contemporáneo, viene de la religión. A aquél que crea que no, y que a su vez piense que pueda demostrarlo, le invito a ello. Lo que a día de hoy enarbola todo el mundo como si de la panacea universalis se tratase, los Derechos del Hombre y del Ciudadano; son fruto de la religión y de la moral que la religión lanzó sobre la sociedad, precisamente porque en su momento fue el método de coerción y cohesión social vigente. El problema al que nos enfrentamos una vez reconocemos esto es lo que ocurriría después. Esta declaración nació en un momento en el cuál el denominado como Antiguo Régimen estaba desmoronándose, contando toda Europa con una pandilla de intelectuales que dejarían una huella demasiado profunda en la sociedad, una huella que ha pervivido hasta hoy en día, desarrollándose con el paso del tiempo. Me refiero a la denominada como Ilustración. Serían ellos los que despojarían a la sociedad de la religión utilizando las mismas herramientas que ésta, para intentar imponer un nuevo sistema de moral colectiva, pero, paradójicamente, inspirado en el religioso, que era el único que conocían como empíricamente sostenible. La misión era destruir el Antiguo Régimen junto con toda estructura en la que éste se apoyase y, no contentos con atacar a la Iglesia, comenzaron a atacar directamente la religión utilizando el concepto de "Razón".


Debido a las diversas connotaciones que ésta palabra ha ido adquiriendo, a día de hoy la "Razón" se ha convertido en "Ciencia", en aquello que, mediante operaciones comprobables, produce resultados concretos. En algunos casos, esto incluso ha ido aún más allá, ya que algunas personas ni siquiera se fían de la ciencia a no ser que pueda ser exacta al cien por cien. Dejando de lado la cuestión de que aquéllos que llevaron a cabo la "Revolución Científica", como es el caso de Newton, por poner el ejemplo más conocido, se basaban en preceptos religiosos para explicar sus teorías, por muchos números que utilizasen para probarlas de forma empírica. Para ellos, la medición matemática no era más que una forma de expresar la perfección de la Naturaleza creada por Dios. Es, precisamente, la idea de exacto, de perfecto, la que guía a muchos individuos, que no son capaces de llegar a comprender que lo concreto no es lo perfecto. La perfección, incluso en el caso de las matemáticas, como ya ha sido demostrado, no existe. Y no existe por el hecho de que el ser humano, por su finitud, no puede serlo tampoco, por lo que todo aquéllo que pueda producir tampoco lo será, ya sea ese producto intelectual o físico.


Pero todo esto se ignora hoy en día. La pregunta de por qué se ignora se queda corta, ya que no sólo se ignora, sino que ni siquiera se desea aprender. En el mundo de lo inmediato todo aquéllo que suponga un mínimo esfuerzo no resulta rentable. Estamos acostumbrados a la velocidad, y eso es lo que exigimos en absolutamente todos los campos de nuestra vida, como si fuésemos peces fuera del agua.


No obstante, no deseo disgregar mi pensamiento hacia otro razonamiento. Otro de los conceptos que aparecerían con la Ilustración sería el del individuo. Este concepto también ha evolucionado enormemente, llegando hasta el día de hoy, donde el individuo se ha convertido en la medida y en el nuevo dios de la sociedad. A pesar de que conceptualmente es una idiotez, lo dicho por Zapatero refleja la realidad social, la forma de pensar de un altísimo porcentaje de la población. Vivimos en una sociedad paradójica, donde se intenta dar cada vez más derechos y libertades a un individuo a la vez que es constreñido en una sociedad que posee unas normas concretas y universales.


El concepto de individuo ha calado profundamente en la sociedad, siendo cada uno de nosotros educados desde niños en ello. Este concepto se ha confundido con los derechos y las libertades emanadas de los intentos de contener al comunismo en la segunda posguerra mundial. El Estado de bienestar, sin duda heredero de la Ilustración y la tradición liberal, ha logrado emborronar una gran cantidad de conceptos en una amalgama abstracta en la cuál es difícil realizar una correcta disección de cada uno de sus componentes. Ha sido este Estado de bienestar el que ha adoptado la máxima cristiana de que todos los seres humanos son iguales, como ya lo harían en el pasado los ilustrados y los revolucionarios franceses. La diferencia es que la igualdad religiosamente entendida tiene otro significado. A día de hoy, la igualdad no se entiende de la misma forma, aunque en un inicio eso era lo que se pretendía.


Hoy la sociedad está empapada de algo que me gusta denominar con el nombre de "igualdad totalitaria". Se trata de la idea que todos nosotros recibimos desde niños, esa idea de que todos somos iguales en absolutamente todos los aspectos a pesar de que esto no es cierto. No es cierto porque, simplemente, cada individuo posee unos diferenciales definidos biológicamente que no pueden ser modificados de ningún modo. No es más que una gran confusión en la que los individuos se sienten más cómodos. La igualdad del Estado de bienestar, desde un punto de vista social, se refiere, primero, a una igualdad jurídica, algo que emana de forma directa del Cristianismo; segundo, de una igualdad de necesidades, que parte de la idea de que, como seres humanos, somos todos iguales, otro punto en común con el Cristianismo; y tercero, de una igualdad de oportunidades, que, sorpresa, también emana del Cristianismo. Es una simplificación muy general y sólo engloba los tres pilares que, a mi juicio, son los elementales.


Bien, el problema está en que hemos confundido esas igualdades y la sociedad las ha introyectado de una forma individualmente colectiva. De este modo, creyéndonos todos iguales al menos en una base mínima es como se ha logrado esa "idiociación" de la sociedad. Así, imaginamos que todos compartimos una misma base a todos los niveles, desde el moral al cultural, y suponemos que cualquier añadido personal e individual que realicemos nos convertirá en alguien superior a una media inexistente, ya que todo el constructo se basa en una mentira asumida sin discusión. Es por ello por lo que todos nos consideramos "más inteligentes que...", "más cultos que...", "mejores personas que...", etcétera. Y también es por ello por lo que muchos aceptan a pies juntillas aquéllo que procede de una institución, persona, órgano, etcétera; que coincida con sus ideales o sus intereses, como podría ser un partido político al que se está afiliado, pero también reflejado de forma más sencilla en la victoria de un equipo de fútbol del cuál se es hincha.


Lo peor de todo es que, a pesar de haber dejado muchos puntos sin desarrollar, la visión que podemos obtener de la sociedad de hoy en día es realmente repulsiva y, a todas luces, sin posibilidad de cambio a corto plazo.



Mis más sinceras gracias a aquéllos que hayáis logrado leer entera esta divagación.


Un saludo.



Escrito y editado originalmente por Eternal Pain. Copyright © . Todos los derechos reservados.

1 comentario:

  1. Gran reflexión, y muy bien "religados" los temas ley, moral, religión, ilustración, lo que da al argumento una base vertebral histórica muy lógica.

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