miércoles, 16 de noviembre de 2011

"Tabula rasa"

La sensación, según Locke, era la primera fuente de conocimiento, ya que para este autor las ideas innatas no existen en ninguno de los planos existentes, desde el teorético hasta el moral. Fundamentalmente hablaba, rechazando el cartesianismo, de que la transmisión de cualidades sensibles de cualquier objeto exterior al propio ser se producía mediante los sentidos. Locke añadiría a ello, como forma y fuente del conocimiento desde una perspectiva completiva, la reflexión interna del sujeto. Ambas cuestiones en los planos externo e interno llevarían al sujeto a una posterior percepción de ideas simples, que serían complejizadas mediante la actividad mental, con la abstracción como proceso fundamental.

Actualmente, la relativización temporal ha llevado a una consecuente relativización de la aprehensión de conocimiento y su sometimiento a un posterior proceso de análisis crítico. Esta cuestión tiene un importante calado dentro de una sociedad sobreprotegida y recargada de derechos y libertades sin contraprestación práctica. Ha pasado ya mucho tiempo, al menos dentro de los parámetros contemporáneos, desde lo que algunos denominaron como "una lección de democracia en las calles". El tiempo no es, aquí, más que una herramienta para dotar de perspectiva a una visión analítica o crítica de cualquier cuestión de tipo epistemológico u ontológico. No es más que una forma, necesaria solamente en base a la propia argumentación, de alejar los fantasmas acusatorios relativos a la turris eburnea.

Dada la relativización causal comentada en base al flujo temporal y su profundidad social, aunando también medios de difusión que alimentan todo este proceso incompleto, pocos se han dado cuenta de algunas de las consecuencias más palpables desde un punto de vista legal de esa "lección de democracia" callejera. Un ejemplo de las mismas, ya pasado pero sin duda con una carga muy presente, es la detención de los tres máximos responsables de la organización conocida como Anonymous, responsables de actos de terrorismo informático; la desarticulación de una cúpula organizativa del Frente de Liberación Animal, en juicio por lo que el juez titular ha considerado como "ecoterrorismo"; o de un integrante del grupo Tierra Salvaje que, mezclando el veganismo con el anarquismo, fue detenido acusado de terrorismo por la colocación de artefactos incendiarios en diferentes zonas de la capital española.

En todos estos casos, que aunque lo pudieran parecer no son ni lejanamente como algo aislado más allá de la praxis, se establece la realidad de la constatación de la existencia de lo que se conoce como placer de la subversión. Todos estos actos son consecuencias y expresiones a niveles diferentes de esa democracia callejera con burdos tintes políticos, demostrable mediante las aporías inherentes a la supuesta ideología reinante en lo que algunos se han atrevido a denominar como movimiento. Algunos creen que se trata de una cuestión educacional que podría provenir de una progresiva depauperación de la educación pública, pero realmente estamos hablando de fuerzas más profundas.

A día de hoy la educación es aún más independiente que en el pasado, ya que la figura de la familia se ha relativizado y difuminado en favor de una expansión realmente explosiva de la comunidad social; que antes estaba vinculada al entorno más inmediato del sujeto pero que ahora se ha convertido en un gigantesco ecosistema donde la biocenosis va ahora mucho más allá de los términos físicos gracias a las nuevas herramientas y tecnologías, especialmente las de comunicación. Precisamente son los medios de comunicación, concretamente el de Internet, el que ha hecho posible el rápido desarrollo de este proceso hermenéutico inacabado.

A ello habría que unir la relativización temporal, ya comentada en otras entradas, que ha logrado la creación de individuos adormecidos y retrasados por la tecnología y el bienestar cuya única producción acaba en la confusión y desorientación subconsciente del propio sujeto. Al confundirse cuestiones básicas, como los valores morales, no es de extrañar que éstas trasciendan hacia otras secciones del pensamiento humano, desordenando el proceso lógico al simplificar sus pasos, basándolos en la más pura experiencia sensible. Entre estas confusiones básicas podemos encontrarnos con la construcción de la identidad personal del sujeto, cuya difuminación de fases lleva a una crisis identitaria muy avanzada y prolongada en el tiempo.

Esta crisis identitaria produce una actuación del sujeto en el cuál el único acto de afirmación del sujeto como individuo, y en este sentido como parte de un proceso nominal convencional de emancipación social, es la subversión. Subversión que, aunque muchas veces no llegue a la violencia física y material, sí mantiene los mismos componentes catárticos que ésta. Como es evidente, no se intenta con esta breve y humilde disquisición teórica extraer una regla general aplicable al cómputo total de la sociedad de manera absoluta, ya que es evidente que se nos escapan ciertos factores propiciatorios. No obstante, y continuando con la disgresión presentada, nos hallamos entonces en una sociedad individualizada al extremo, donde está instaurado un placer por hacer la rebelión por el mero hecho de ser rebelión o, en otras palabras, del movimiento por el movimiento. Desde este punto es fácilmente comprensible cualquier aporía intelectual que pudiésemos hallar en los actuales "movimientos" sociales, que no constituirían más que un relleno explicativo que calmaría los remanentes del proceso de construcción hermenéutica lockeano. Otra de las sumas ineludibles a este collage intelectual es la escatología política heredada de la religión que lleva al individuo a la construcción y aprehensión sin dudas de una mitología histórica que completa el fenómeno. Sin duda, lo único que resta en esta sociedad de la sensación es una mayor depauperación de la vida que lleve a la elección y asunción de un chivo expiatorio para poder completar una no tan difícil cuadratura del círculo. Será el tiempo el que realmente dé o reste valor a cualquier ebúrnea teoría.

Como siempre, agradezco a todos los lectores su paciencia.

Escrito y editado originalmente por Eternal Pain. Copyright © . Todos los derechos reservados.

jueves, 11 de agosto de 2011

Indignación y Culpabilidad

Estos pasados meses hemos podido ver en España una gran agitación que no estaba solamente en las calles, sino también en las distendidas conversaciones de bar, las comidas familiares o las redes sociales. Todos conocemos a alguien que ha formado parte de este grupo de indignados que no tienen por qué pertenecer o haber acudido a lo que se conoce como 15-M, ya que muchos de esos gritos de indignación eran ya viejos conocidos de la sociedad española.

Se habla de cómo la crisis nos ha afectado profundamente, de la mala gestión del gobierno, del paro existente, de la volatilidad del empleo, de la falta de ingresos de las familias, del pésimo nivel de vida que parece que van a tener las jóvenes generaciones el día de mañana, la gran cantidad de personas preparadas que tienen que buscar otros trabajos, de los recortes en materia de prestaciones sociales, el aumento de la edad de jubilación, el peligro de que el Estado no pueda afrontar los gastos que suponen servicios básicos, como la sanidad y la educación, etcétera.

Es más que evidente que la situación es muy grave, y que existe el miedo latente de que pueda convertirse en algo mucho peor. Pero lo más llamativo de todo esto es el trasfondo sociológico. Y es que parece que materias como la sociología, la psicología, la antropología o la historia han sido dejadas de lado a la hora de tener en cuenta lo que ocurre. A día de hoy parece tratarse de algo totalmente normal, ya que este tipo de materias han dejado de ser útiles, salvo quizás la psicología, para responder a las preguntas y los problemas de un mundo globalizado y basado en las transacciones financieras de alto nivel. Se prefiere confiar en la economía o el derecho, que parecen mucho más fiables y “científicas”. Nada más lejos de la realidad.

Estas materias realmente pueden arrojar una gran cantidad de luz sobre los problemas que estamos viviendo actualmente, llegando incluso a formular prognosis acerca de ello. Pero prefieren ser dejadas de lado en favor de otros campos más “útiles” para el consumo, como la ingeniería o la química. ¿Por qué? ¿Se trata de un problema puramente educativo? ¿O hay algo más?

Es cierto que se trata de un problema educativo, al fin y al cabo los padres no suelen decirle a sus hijos que sean filósofos o historiadores, sino más bien que hagan algo “útil” para el futuro. En este blog ya comentamos de dónde procedía tal forma de pensar, por lo que no lo reiteraremos. Así que, ¿qué es ese “algo más”? Quizás siga siendo educación, o quizás tenga que ver con las percepciones personales de cada individuo sobre el mundo que le rodea, pero lo cierto es que, realmente, la mayoría de las personas buscan tener como futuro unos altos ingresos que les garanticen un buen nivel de vida. Siempre se habla de felicidad y de conformarse con poco, pero al final ese manido discurso ha caído en la más absoluta insignificancia, pasando a formar poco más que una moda entre jóvenes, y no tan jóvenes, que no tienen claro nada en la vida.

Y ese discurso tiene mucho que ver con la política, ya que en él quedan imbricadas muchas cuestiones ideológicas clásicas, empezando por la felicidad y acabando por el bienestar material. No nos engañemos: lo que se le pide hoy en día a la política, así como a cualquier otra materia, son beneficios personales inmediatos teñidos de colectividad. Se trata de la clásica figura del karma oriental, ya que el denominado como Estado de bienestar nos ha acostumbrado a determinadas prestaciones y nivel de vida, lo que hace que nos sintamos cada día con más derecho a reclamar más y más, puesto que si no fuese así no estaríamos progresando en ese proceso teleológico sin fin aparente. Se trata, por tanto, de una retroalimentación continua.

Pero como en todo proceso histórico, por estar dentro de un eje cronológico y no bajo las condiciones controladas de un laboratorio, se dan momentos de ruptura y cambio. La falta de educación con respecto a las materias antes mencionadas unido al proceso epidérmicamente comentado, al cuál está vinculada, nos lleva a una total falta de comprensión de lo que está ocurriendo, ya que lo percibimos como anormal.

Aquí deberíamos introducir otro punto más, de difícil contextualización y análisis dada su magnitud: la religión. Ese proceso de búsqueda de utilidad material unido a otras cuestiones precedentes, y demasiado amplias para comentar aquí, ha logrado denostar y expulsar a la religión de la vida cotidiana. La religión lograba una cohesión social basada en una homogeneidad de la moral. El proceso histórico llevó la moral a la política y, por tanto, a los ciudadanos. Al principio eran las ideologías políticas las que proporcionaban una moral, pero poco a poco el individuo fue ganando terreno en ese ámbito hasta disolver totalmente la existencia de una moral impuesta desde un puesto jerárquicamente superior más allá de las meras leyes, algo eminentemente práctico.

Entonces nos encontramos con otro problema muy importante: la falta del reconocimiento de la necesidad de que exista una jerarquía. Todo lo que hemos mencionado se aúna en este concepto, algo a lo que ayuda, por supuesto, la forma en la que nos vemos obligados a trabajar. La disolución del concepto de jerarquía necesaria retroalimenta todo el proceso histórico que hemos mencionado, llevándolo a una crisis de tipo moral que, dada como está construida la sociedad actual, acaba convirtiéndose en una crisis de tipo social, política y, por tanto, general.

No existe autoridad moral, puesto que poco a poco nos hemos acostumbrado a pensar que nosotros constituimos una propia y totalmente independiente. Se trata de una independencia mal entendida, ya que se asume que dicha independencia ha de ser preservada a toda costa, de forma que nuestro sujeto individual se mantenga intacto con el fin de asegurarnos a nosotros mismos que somos únicos. Se trata de una malversación del concepto de una sociedad formada por individuos independientes.

El sistema se rompe como parte lógica de un proceso histórico y esos individuos que forman parte del mismo y que sufren las consecuencias de esa ruptura se ven desorientados ante la falta de moral y de educación. Su reacción se vuelve muy lógica y es predecible por todas esas disciplinas denostadas, como la psicología, la sociología o la historia: se busca a un chivo expiatorio. Y éste es cualquiera, desde los inmigrantes hasta las élites o el sistema, siendo siempre los responsables conceptos etéreos y de difícil identificación.

La responsabilidad toma entonces un cariz unidireccional en el cuál los ciudadanos a los que el Estado les ha ido dando prácticamente todo y por lo cuál ninguno de ellos ha tenido que luchar o, siquiera, sacrificar algo se dedican a cargar contra todo aquéllo que les rodea sin tener en cuenta que ellos también son responsables. Los jóvenes se indignan con los recortes en materias de educación, pero una gran mayoría de ellos ha malgastado enormes sumas de dinero en becas asumiendo que el Estado les pagaba unas vacaciones; los agricultores de los problemas de financiación y mantenimiento de sus explotaciones cuando muchos utilizaron las ayudas europeas para comprarse una casa en la playa o un Mercedes; los trabajadores en general por el enorme paro existente, cuando muchos de ellos se han dedicado a trabajar y cobrar en negro o a utilizar ayudas como la del paro, ideada para que se pueda soportar la falta de trabajo hasta que se encuentre uno nuevo, como si de un sueldo se tratase...

Hay muchos ejemplos, pero enumerarlos no serviría de mucho. Al final siempre es mucho más sencillo afrontar que son los demás los que tienen la responsabilidad y los que deben asumir la carga fruto de todos esos años de comodidad absoluta que se creían interminables y en los que muy pocos intentaron mantener un cartucho en la recámara ante la posibilidad de que el sistema se rompiese. Al final todo es cuestión de aplicar un doble rasero a la individualidad: por un lado todo aquéllo que un individuo logra en la vida es producto puro de su esfuerzo, mientras que la parte negativa de la misma es considerada como consecuencia de cuestiones sobre las que la persona no tenía ningún tipo de control o influencia decisiva. Y esto es lo más preocupante, que nos guiemos todavía por preceptos ilustrados que, parece, se han mantenido prácticamente intactos a lo largo del tiempo.


Como siempre, gracias a todos aquéllos que leéis estas desordenadas divagaciones y disculpas por no haber conseguido una mejor estructuración o desarrollo de las ideas planteadas.

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miércoles, 2 de febrero de 2011

Generando moral; degenerando sociedad

Los medios de comunicación, desde su aparición, fueron concebidos por parte de los Estados de la más diversa índole como un vehículo para instalar en la mente de sus ciudadanos aquéllas ideas que desean. La proliferación de noticiarios a principios de siglo, como podrían ser FOX en Estados Unidos, UFO en Alemania o el famoso No-Do en nuestro país, reflejan precisamente este hecho. Evidentemente, este intento de manipulación no comezó con los medios audiovisuales, pero sí recibió un fuerte impulso cuando éstos aparecieron. Con el paso del tiempo todo esto, como es evidente, cambió.

A día de hoy estos intentos se materializan por todas partes, desde la publicidad hasta las conversaciones entre amigos o compañeros de trabajo, pasando por periódicos y radios. Han logrado vendernos la libertad de expresión, ese concepto tan ambiguo, como una forma de legitimar esa manipulación, agregando a ello que, gracias a la educación de los ciudadanos, esta libertad se une con otra, que es la de elección. Este punto es bastante curioso, ya que hace que se considere como una decisión personal la asunción o creencia en determinados valores que nos están transmitiendo.

Como antaño, nos transmiten valores en forma de noticias, y sólo hay que echar un vistazo a la enorme cantidad de medios de comunicación gratuitos, como los periódicos, para entenderlo. Además, el paso de una sociedad de productores/soldados a una de recolectores de sensaciones contribuye a horadar este proceso al introducir un nuevo factor que sostiene nuestro sistema económico: la publicidad.

Aquéllos que en el futuro estudien los medios de comunicación españoles de hoy en día se encontrarán con lo que parecería un auténtico cancer social que se antoja irradicable. Me refiero a la "violencia de género". Es interesante lo que en unos siete años se ha hecho con este tema, lanzando por completo los estudios de género, por muy estúpidos que sean en muchos casos, y promulgando la igualdad por doquier con el fin de alcanzar una popularidad entre los votantes. Desde entonces se nos ha bombardeado constantemente con noticias acerca de la denominada como "violencia de género", prestando a este tipo de noticias una gran cantidad de atención por parte de todos los medios.

La aprobación de leyes contra este tipo de violencia ha logrado, además, ayudar a esa enfermedad degenerativa propia de los recolectores de sensaciones: el asumir lo que ven, oyen y leen como una verdad incontestable. Aquéllos que no lo hacen son la excepción, a pesar de que todo el mundo se considera dentro de este grupo. Pues bien, desde aquí, y con el reducido número de lectores que poseo, deseo transmitir un mensaje claro: las leyes contra esa "violencia de género" lo único que han logrado es agrandar aún más la brecha de desigualdad social, planteando ahora una desigualdad en base al sexo que antes no existía y que debería considerarse como anti-constitucional y terriblemente peligrosa: la desigualdad ante la ley.

A aquéllos que se consideran parte de ese grupo excepcional que desecha la información que recibe con el fin de ahondar más en la cuestión y contrastar fuentes les recomiendo encarecidamente que acudan a la sentencia del Tribunal Constitucional a favor del artículo 148.4 del Código Penal recurrida por una juez del Juzgado Número 2 de Albacete. Este artículo, para los que no lo conozcan, establece una diferencia entre hombres y mujeres en el caso de violencia doméstica que atenta absolutamente contra la igualdad ante la ley, principio fundamental de toda constitución liberal. Dicha diferencia establece que, en caso de ser el hombre el agresor, la condena oscilará entre dos y cinco años de cárcel mientras que, sin embargo, si fuese una mujer la agresora sólo se establece que la pena de cárcel máxima es de tres años.

Según el Tribunal Constitucional, esta normativa busca "prevenir las agresiones que, en el ámbito de la pareja, se producen como manifestación del dominio del hombre sobre la mujer". Es realmente preocupante que una institución como ésta reconozca abiertamente la desigualdad entre el hombre y la mujer. Y no sólo la desigualdad, sino la inferioridad manifiesta de la mujer. Algunos dirán que este tipo de leyes son normales puesto que se dan más agresiones de hombres a mujeres que viceversa, pero, ¿desde cuándo un dato estadístico legitima la vulneración de derechos constitucionales? ¿Y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano?

Con este precedente se abre un peligroso horizonte, abonado continuamente por cuestiones similares, en el cuál se van difuminando cada vez más las barreras existentes entre los conceptos que antes estaban claros. Hoy en día se utiliza mucho la expresión de "respetar las opiniones de los demás", algo que es consecuencia de una falta de cultura acerca de lo que significa realmente la libertad de expresión. Las opiniones pueden existir, y pueden ser respetadas, pero no cuando éstas atentan contra la lógica más básica. Cuando un aserto no es lógico deja de ser una opinión, ya que se mueve en un campo en el cuál no existe ningún tipo de legitimidad. El hecho de darle legitimidad en base a un derecho o libertad mal entendida lo único que hará será reforzar ideas y acciones ilegítimas e ilógicas que lo único que conseguirán es deformar la realidad, permitiendo la aceptación de actos y conductas que ahora consideraríamos deleznables.

Esta difuminación de barreras afecta a absolutamente todo, de forma que, a día de hoy, apenas existen diferencias entre una educación dura y el maltrato infantil o entre un pretendiente pesado y el acoso. Del mismo modo avanza a grandes zancadas la idea del maltrato psicológico, que poco a poco comienza a difuminar la barrera que lo separa de una mera discusión.

La sociedad crea leyes con el fin de protegerse de los males que en ésta anidan, pero la paranoia de la inseguridad, instaurada por los gobiernos con el fin de legitimarse y acentuada a principios de este nuevo siglo, junto con la idea que nos transmite la sociedad capitalista de progreso ilimitado lleva a las personas a aceptar la creación de leyes para males inexistentes. La seguridad ha comenzado a funcionar del mismo modo que el mercado, generando necesidades constantes para los ciudadanos, que son, al fin y al cabo, los que legitiman las leyes.

Ley y moral van unidos, como ya he comentado anteriormente en otros escritos, y los recolectores de sensaciones vamos difuminando poco a poco también esta conexión, al igual que muchas otras. Llegados a este punto, y con el fin de hacer entender a todos los recolectores de sensaciones lo que prentendo transmitir, hay que decir que las ideas de Alan Moore no se encuentran alejadas en absoluto de las de Zygmunt Bauman.

Y lo peor de todo es que parece algo inevitable.

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