lunes, 29 de noviembre de 2010

La evolución de la colmena

El ser humano, desde el principio de los tiempos, ha buscado en la Naturaleza soluciones a una gran cantidad de problemas, tanto conceptuales como de carácter empírico. Esta curiosidad y atención, por poseer esta última esa parte de amor, ha guiado los pensamientos y discursos de grandes mentes de la Humanidad. Lejos de intentar compararme con ellas, me he visto en la tesitura de tener que utilizar el mismo proceso para poder intentar dar forma a aquéllo que bulle en mi cabeza.

Sin duda una de las imágenes más inspiradoras de la Naturaleza para los seres humanos viene dada de la mano de los insectos, concretamente de aquéllos conocidos como "insectos sociales". Ya sean abejas u hormigas, el hombre no ha hecho más que contemplar boquiabierto a estos insectos con el fin de poder inspirarse en aquéllo que siempre pareció un sistema social perfecto con el fin de utilizarlo, en cierta medida, como un modelo a aplicar en el mundo humano.

A día de hoy esas comparaciones e inspiraciones fácilmente podrían parecer una absoluta estupidez dado que nos hallamos en un sistema social de bienestar que no está dividido en estratos inamovibles y cerrados, en los cuáles, teóricamente, cualquier persona puede ascender y descender en una escala basada, sobre todo, en el terreno económico.

Esta aparente igualdad de posibilidades del Estado de bienestar, junto con ideas heredadas de antaño, ha producido, al menos en el caso español, una "masificación de la cultura". Antes de continuar he de pedir disculpas por compartimentar algo tan abstracto y complejo dentro de unas fronteras tan estrictas. Se trata de una simple cuestión de praxis. Con "masificación de la cultura" me refiero únicamente al ámbito universitario, a pesar de que, como es lógico, su espectro es mucho más amplio, yendo desde el cine a la literatura, siempre que introduzcamos el consumismo y la idea de una sociedad de masas (a ello hay que añadir la tecnología y los medios de comunicación, además de alguna que otra cosa).

En la universidad española se pueden ver reflejados muchos de los problemas existentes en la propia sociedad. La apertura de la misma a todos aquéllos que deseen cursar estudios, algo enormemente facilitado por el radical bajo coste de la misma unida a unas exigencias de entrada que rozan el absurdo, ha logrado que se cree un tipo de universitario, y por ende de persona, que simplemente "existe", en lugar de "ser". De todos modos, también sería necesario recalcar el paroxismo con el que muchos acogieron las nuevas libertades que trajo la democratización del país, a lo que hay que sumar la experiencia propia de varias generaciones que tuvieron que trabajar muy duramente para poder salir adelante y a las cuáles, debido a ello, se les vio vetada toda posibilidad de realizar estudios universitarios.

A ello aún habría que sumarle, aparte de la "igualdad totalitaria", uno de los males del Estado de bienestar, que queda resumido en su misma enunciación: el bienestar. No se trata de la teoría política, sino del hecho, señalado por autores como Inglehart, de aquéllos que han nacido en una sociedad colmada de bienes materiales, lo cuál ya no genera ningún tipo de ansiedad acerca del futuro, y menos aún de la superviviencia, en etapas tempranas de la vida, en las cuáles son los padres los que se hacen cargo de sus vástagos hasta que éstos pueden desenvolverse adecuadamente en la sociedad. El problema es que, debido precisamente a esta tendencia postmaterialista a sobrealimentarse, esas etapas tempranas de la vida han ido alargándose progresivamente. Ello crea una nueva "psicología del corto plazo" al destruir toda preocupación por el futuro, que se siente como asegurado, lo cuál aniquila por completo cualquier concepción acerca del trabajo como medio de crecimiento personal.

Esta nueva psicología ha calado hondo en la sociedad, de forma que nadie ha podido escaparse de ella. No obstante, es evidente que existe una gradación de aceptación y asunción de este tipo de psicología que depende tanto del individuo como de sus circunstancias vitales. Sorprendentemente, es fácil observar cómo la universidad está llena de este tipo de individuos, personas que, espoleadas por sus progenitores y las ideas que éstos han logrado legar a la sociedad acerca del valor económico de un título universitario, y sumergidas en la narcolepsia que produce el Estado de bienestar, no se preocupan en valorar lo que realmente suponen los estudios universitarios: un aprendizaje y una mejora a todos los niveles como ser humano. Tampoco debemos culpar a los padres, al fin y al cabo el hecho de observar sólo la parte económica, una de las características, dicho sea de paso, que ha contribuido a denostar las denominadas como "carreras de letras", sólo es fruto de una vida plagada de dificultades y en la cuál los estudios universitarios tenían otro valor, aunque tampoco era cultural, sino más bien de índole socio-económica.

Esos universitarios, que se sumergen en una carrera que debería aportarles conocimientos, están, simplemente, demasiado cómodos con el bienestar excesivo que se les ha otorgado. Unos se pasan en día en los pasillos o en la cafetería, charlando sobre nimiedades mientras fuman o juegan a las cartas; otros ni siquiera acuden a al universidad, ya que la consideran una coartada para poder hacer lo que deseen; también están quienes acuden a clase como autómatas, sin tomarse en serio absolutamente nada de lo que oyen, criticando a los profesores por notas mediocres que consideran inmerecidas cuando en realidad les están haciendo un flaco favor... Son sólo ejemplos, ya que estoy seguro de que cualquier lector podría aportar alguno más. Estos sonámbulos no conocen valores como el esfuerzo, la constancia, la integridad, el sacrificio, el compromiso, la lealtad, el servicio... y un largo etcétera. Para ellos una carrera es solamente un medio para obtener un título, un trozo de papel con el cuál poder asegurarse económica y socialmente un buen futuro; o simplemente un período de su vida donde tener libertad para no hacer absolutamente nada sin tener que asumir ningún riesgo económico.

Lo más indignante es que este tipo de universitarios se han convertido en una amplia mayoría y nadie parece darse cuenta de la triple traición que cometen. Traicionan a sus progenitores, al Estado y a sí mismos.

Los padres siempre desean que sus hijos vivan mejor que ellos, ya que es lo que ellos mismos han experimentado. También que posean un mejor nivel cultural, así como una buena educación. El hecho de "existir" en la universidad, de considerarla como un mero tránsito, invalida toda cuestión acerca de conseguir un nivel cultural o una educación superiores. A ello habría que sumar el enorme gasto que supone el que un miembro de la familia se encuentre inocupado durante un período tan extendido de tiempo y que, en base a lo dicho anteriormente, no rentabilizaría.

En el caso del Estado, se trata quizás de la mayor de las traiciones, ya que en este sentido se está hablando de sociedad. El hecho de que este tipo de personas que no dan ningún valor a aquéllo que podrían aprender entren en la universidad en grandes marabuntas lo único que ha conseguido y sigue consiguiendo es un enorme descenso en el nivel de calidad de la enseñanza debido a que las instituciones deben adaptarse siempre al modelo imperante en la sociedad, ya que, en caso contrario, desaparecerán. Del mismo modo, y debido a que la educación es pública, están dañando el bolsillo de todos los contribuyentes, ya que tampoco son capaces de rentabilizar la inmensa cantidad de dinero que el Estado ha invertido también en ellos, lo cuál, además, repercute en unas instalaciones y unos medios más mediocres.

La traición a uno mismo es, quizás, la más compleja de explicar. Se trata del hecho de que todas las ideas y valores que han almacenado gracias a su educación previa han sido distorsionados por su percepción de la realidad y su recorrido vital. Se trata de la aplicación del concepto de Giddens de "instituciones concha" a los conceptos y valores. Giddens habla de que a día de hoy existen instituciones "que se han vuelto inadecuadas para las tareas que están llamadas a cumplir". Es decir, que la superficie del concepto se ha mantenido, plasmada en la nomenclatura, mientras que su interior se ha visto modificado. Se trata de un mero autoengaño por el cuál muchos creen que siguen manifestando y creyendo en unos valores que han perdido a pesar de que siguen existiendo.

Una colmena mantiene una proporción similar de tipos de abejas para poder sobrevivir. Es evidente que una cantidad reducida de uno de los tipos producirá, inevitablemente, la muerte de todo el enjambre. Pero lo que, en la sociedad actual, parece menos evidente es que un exceso de alguno de ellos puede tener consecuencias similares. Así, a pesar del inestimable valor que tiene un zángano para la colmena, en el momento en el que existen demasiados el enjambre se muere, a no ser, claro está, que entre en escena la mano de un apicultor.

Y al ser ésto último algo improbable lo único que nos queda es oponernos a esta tendencia o conformarnos con "existir" en un sistema que nos irá aplastando poco a poco, condenándonos al olvido.


Escrito y editado originalmente por Eternal Pain. Copyright © . Todos los derechos reservados.

martes, 16 de noviembre de 2010

La corrosión del intelecto

Antes de empezar, sí, el título de esta reflexión se debe al estupendo ensayo redactado por Richard Sennett hace diez años. El presente artículo no tiene como fin analizar ningún tipo de consecuencia del capitalismo en nuestras vidas debido a la modificación del concepto de trabajo. O quizás sí... En cualquier caso, dadas mis capacidades, soy mucho menos ambicioso que Sennett.


En España, como casi todos sabéis, estamos en campaña electoral, concretamente en Cataluña, aunque al paso que vamos, gracias a la RAE tendremos que usar la "ny". Dejando de lado algunas perlas verdaderamente indignantes que han salido de la boca de unos cuantos políticos catalanistas, lo que más me ha llamado la atención de todas las declaraciones que he escuchado de todos los políticos han sido las de Zapatero. En Villa de Canes, una localidad cercana a Barcelona, al presidente de este país se le ha ocurrido decir, en su línea, una estupidez de tamaño difícilmente cuantificable. Me refiero a sus frases acerca del Papa. Por si alguno de los que decide leer esto no las conoce, las coloco aquí mismo, extraídas de RNE:


"¿Qué quiere Rajoy? ¿Que hagamos las leyes que quiere el Papa? No. Hagamos las leyes que quiere el Parlamento y que quieren los ciudadanos de este país. Ya está bien. Han vivido décadas y décadas teniendo que adaptar leyes y normas de una determinada forma de ver la vida y la religión. Los ciudadanos quieren ser libres y que no les impongan la moral. La moral de cada uno se la pone cada uno".


Siendo sincero, yo no sé qué es lo que quiere Rajoy, ni me interesa. Lo interesante de lo que ha dicho el presidente del gobierno es lo que viene justo después. Siendo sincero, no me sorprende que Zapatero, a pesar de la supuesta cultura que posee dados sus estudios universitarios (al fin y al cabo un papel no demuestra nada), haya dicho algo tan estúpido. Forma parte del discurso político, pero es gracioso que un político que ha hecho lo que le ha venido en gana utiliza la primera persona del plural, como forma de identificar a los ciudadanos con el gobierno. La frase en sí, como el resto de lo que suele salir por boca de este hombre, es capciosa en extremo. Primero, las leyes que se aprueban en el Parlamento no las aprueba el Parlamento más que nominalmente, ya que el que las aprueba es el grupo que logra mayoría en la cámara, que, curiosamente, en este país es el mismo que el Gobierno. Por lo tanto, las leyes aprobadas en el Parlamento son las leyes que quiere el Gobierno, no el Parlamento. Y sobre las leyes que desean los ciudadanos de este país, soy capaz de apostarme un riñón a que el señor Zapatero ni sabe ni le importa cuáles son esas leyes (por lo menos hasta que tengan que acudir a las urnas).


Pero lo dicho no son más que migajas en comparación con las siguientes oraciones. "Adaptar las normas a una determinada forma de ver la vida y la religión" es precisamente lo que ha hecho este Gobierno. Todas las leyes que han promulgado nacen precisamente de una "determinada forma de ver la vida y la religión". ¿Acaso creéis que las leyes no se convierten en moral? Toda ley, en esencia, es una ley moral, puesto que es lo que señala a aquéllos que viven en una sociedad qué está bien y qué está mal. ¿Acaso la cacareada Ley de Memoria Histórica no pretende ser una forma de moralizar a la sociedad? ¿Prohibir los toros en Cataluña no pretende ser una forma de moralizar a la sociedad catalana? El problema de realizar determinadas leyes, como es el caso de las mencionadas y de otras medidas de este Gobierno, es provocar una brecha en la sociedad, al catalogar a determinados individuos como "malos" y a otros como "buenos", que es lo que ha ocurrido.


Y este personaje tiene aún el descaro de pronunciar después una frase que hace referencia a que cada uno se impone su propia moral. Y, como es lógico, todas las ovejas que le votaron en manada no pueden hacer otra cosa más que aplaudir al pastor y asentir con la cabeza, yéndose a su casa pensando que cuánta razón tenía. Para empezar, la moral personal es personal sólo porque es parte de cada individuo, que ha modificado ciertos aspectos de la moral colectiva para amoldarlos a sus necesidades particulares, pero siempre dentro del marco colectivo. Precisamente, como se ha dicho en el párrafo anterior, la moral viene impuesta desde los aparatos de coerción y cohesión social. Cuando un individuo deja de lado esa moral colectiva se convierte en un delincuente, en alguien que está fuera de la sociedad desde un punto de vista legal y también desde un punto de vista moral. Es decir, somos libres para elegir nuestra moral, pero la elección puede conllevar la pérdida del resto de aspectos vitales dentro de la vida en sociedad.


Y aquí viene, precisamente, el enlace con la religión. Toda moral colectiva, y más concretamente aquélla que ha creado el Estado contemporáneo, viene de la religión. A aquél que crea que no, y que a su vez piense que pueda demostrarlo, le invito a ello. Lo que a día de hoy enarbola todo el mundo como si de la panacea universalis se tratase, los Derechos del Hombre y del Ciudadano; son fruto de la religión y de la moral que la religión lanzó sobre la sociedad, precisamente porque en su momento fue el método de coerción y cohesión social vigente. El problema al que nos enfrentamos una vez reconocemos esto es lo que ocurriría después. Esta declaración nació en un momento en el cuál el denominado como Antiguo Régimen estaba desmoronándose, contando toda Europa con una pandilla de intelectuales que dejarían una huella demasiado profunda en la sociedad, una huella que ha pervivido hasta hoy en día, desarrollándose con el paso del tiempo. Me refiero a la denominada como Ilustración. Serían ellos los que despojarían a la sociedad de la religión utilizando las mismas herramientas que ésta, para intentar imponer un nuevo sistema de moral colectiva, pero, paradójicamente, inspirado en el religioso, que era el único que conocían como empíricamente sostenible. La misión era destruir el Antiguo Régimen junto con toda estructura en la que éste se apoyase y, no contentos con atacar a la Iglesia, comenzaron a atacar directamente la religión utilizando el concepto de "Razón".


Debido a las diversas connotaciones que ésta palabra ha ido adquiriendo, a día de hoy la "Razón" se ha convertido en "Ciencia", en aquello que, mediante operaciones comprobables, produce resultados concretos. En algunos casos, esto incluso ha ido aún más allá, ya que algunas personas ni siquiera se fían de la ciencia a no ser que pueda ser exacta al cien por cien. Dejando de lado la cuestión de que aquéllos que llevaron a cabo la "Revolución Científica", como es el caso de Newton, por poner el ejemplo más conocido, se basaban en preceptos religiosos para explicar sus teorías, por muchos números que utilizasen para probarlas de forma empírica. Para ellos, la medición matemática no era más que una forma de expresar la perfección de la Naturaleza creada por Dios. Es, precisamente, la idea de exacto, de perfecto, la que guía a muchos individuos, que no son capaces de llegar a comprender que lo concreto no es lo perfecto. La perfección, incluso en el caso de las matemáticas, como ya ha sido demostrado, no existe. Y no existe por el hecho de que el ser humano, por su finitud, no puede serlo tampoco, por lo que todo aquéllo que pueda producir tampoco lo será, ya sea ese producto intelectual o físico.


Pero todo esto se ignora hoy en día. La pregunta de por qué se ignora se queda corta, ya que no sólo se ignora, sino que ni siquiera se desea aprender. En el mundo de lo inmediato todo aquéllo que suponga un mínimo esfuerzo no resulta rentable. Estamos acostumbrados a la velocidad, y eso es lo que exigimos en absolutamente todos los campos de nuestra vida, como si fuésemos peces fuera del agua.


No obstante, no deseo disgregar mi pensamiento hacia otro razonamiento. Otro de los conceptos que aparecerían con la Ilustración sería el del individuo. Este concepto también ha evolucionado enormemente, llegando hasta el día de hoy, donde el individuo se ha convertido en la medida y en el nuevo dios de la sociedad. A pesar de que conceptualmente es una idiotez, lo dicho por Zapatero refleja la realidad social, la forma de pensar de un altísimo porcentaje de la población. Vivimos en una sociedad paradójica, donde se intenta dar cada vez más derechos y libertades a un individuo a la vez que es constreñido en una sociedad que posee unas normas concretas y universales.


El concepto de individuo ha calado profundamente en la sociedad, siendo cada uno de nosotros educados desde niños en ello. Este concepto se ha confundido con los derechos y las libertades emanadas de los intentos de contener al comunismo en la segunda posguerra mundial. El Estado de bienestar, sin duda heredero de la Ilustración y la tradición liberal, ha logrado emborronar una gran cantidad de conceptos en una amalgama abstracta en la cuál es difícil realizar una correcta disección de cada uno de sus componentes. Ha sido este Estado de bienestar el que ha adoptado la máxima cristiana de que todos los seres humanos son iguales, como ya lo harían en el pasado los ilustrados y los revolucionarios franceses. La diferencia es que la igualdad religiosamente entendida tiene otro significado. A día de hoy, la igualdad no se entiende de la misma forma, aunque en un inicio eso era lo que se pretendía.


Hoy la sociedad está empapada de algo que me gusta denominar con el nombre de "igualdad totalitaria". Se trata de la idea que todos nosotros recibimos desde niños, esa idea de que todos somos iguales en absolutamente todos los aspectos a pesar de que esto no es cierto. No es cierto porque, simplemente, cada individuo posee unos diferenciales definidos biológicamente que no pueden ser modificados de ningún modo. No es más que una gran confusión en la que los individuos se sienten más cómodos. La igualdad del Estado de bienestar, desde un punto de vista social, se refiere, primero, a una igualdad jurídica, algo que emana de forma directa del Cristianismo; segundo, de una igualdad de necesidades, que parte de la idea de que, como seres humanos, somos todos iguales, otro punto en común con el Cristianismo; y tercero, de una igualdad de oportunidades, que, sorpresa, también emana del Cristianismo. Es una simplificación muy general y sólo engloba los tres pilares que, a mi juicio, son los elementales.


Bien, el problema está en que hemos confundido esas igualdades y la sociedad las ha introyectado de una forma individualmente colectiva. De este modo, creyéndonos todos iguales al menos en una base mínima es como se ha logrado esa "idiociación" de la sociedad. Así, imaginamos que todos compartimos una misma base a todos los niveles, desde el moral al cultural, y suponemos que cualquier añadido personal e individual que realicemos nos convertirá en alguien superior a una media inexistente, ya que todo el constructo se basa en una mentira asumida sin discusión. Es por ello por lo que todos nos consideramos "más inteligentes que...", "más cultos que...", "mejores personas que...", etcétera. Y también es por ello por lo que muchos aceptan a pies juntillas aquéllo que procede de una institución, persona, órgano, etcétera; que coincida con sus ideales o sus intereses, como podría ser un partido político al que se está afiliado, pero también reflejado de forma más sencilla en la victoria de un equipo de fútbol del cuál se es hincha.


Lo peor de todo es que, a pesar de haber dejado muchos puntos sin desarrollar, la visión que podemos obtener de la sociedad de hoy en día es realmente repulsiva y, a todas luces, sin posibilidad de cambio a corto plazo.



Mis más sinceras gracias a aquéllos que hayáis logrado leer entera esta divagación.


Un saludo.



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